Asentado sobre la ladera de la montaña y enmarcado por la vegetación, Irede es un pueblo muy singular, con personalidad propia. La carretera de acceso desde Los Barrios de Luna abunda en curvas y cortes de singular belleza y en estrecheces que en algunos tramos solo permiten circular a un coche.
En los alrededores de Irede estaba ubicada una basílica templaria de la que solo queda como muestra algún que otro resto ruinoso oculto en la espesura del monte. El acceso es muy difícil y solo es posible llegar a ella guiados por un buen conocedor del terreno.
La iglesia parroquial bien merece una visita. En su interior, en recuerdo de antiguas tradiciones, se conservan los ramos que la comunidad ofrecía a sus santos protectores: Santa Catalina, San Antonio y la Inmaculada. También se mantiene su campana de Santa Bárbara, con la que se ahuyentaban las tormentas al toque de ‘tente nube’.
Las calles de Irede abundan en construcciones de típico estilo montañés, resistiendo el paso del tiempo de forma contundente.
Si nos internamos en sus calles camino del cementerio, llegamos a una senda que, a unos 50 metros, aguas arriba del arroyo que fluye a su lado, nos permite observar un fenómeno geológico único en el mundo: la ‘discordancia angular’ conocida popularmente como ‘discordancia de Irede’.